MARTÍN HEREDIA ESCOLAR


CONSTANTIA ET LABORE


IN MEMORIAM


Hace muchos años, cuando era niño, una tarde-noche de verano mis padres me llevaron a dar un paseo por la calle de Pedregalejo en la que vivíamos y, entre otras cosas, me dijeron que yo era hijodalgo y que descendía del Solar de Valdeosera. No lo comprendí, me sonó muy mal y nunca hice mucho caso. Sin embargo, y quizá por la solemnidad con la que me lo dijeron, se me quedó grabado en la memoria.

Muchos años más tarde y a raíz de un accidente de coche casi mortal, del que salí bien parado pero que me supuso una crisis de valores personales monumental con la consiguiente depresión, me puse a investigar el origen y significado de la hijodalguía y del Solar de Valdeosera y empecé a interesarme por mi tatarabuelo Martín.

Investigué toda nuestra genealogía hasta dar con Marcos Heredia, nuestro primer antepasado inscrito en los libros de bautizados y casados de la parroquia de Rabanera de Cameros, hoy C. A. de la Rioja, cuando la Iglesia empezó a poner orden en las sucesiones tras el concilio de Trento, allá por 1570 y años siguientes. Descubrí que los descendientes varones por línea recta de varón pertenecemos al Solar de Valdeosera, y que, vía la madre de Martín, todos sus descendientes pertenecemos también al Solar de Tejada, una vez que en 1850 dicho Solar cambió sus estatutos y empezó a admitir a los descendientes por ambas líneas.

Descubrí que el hermano de Martín, Manuel Agustín, 16 años mayor que él, se lo llevó a Málaga en aquella época en que muchos Cameranos emigraron de la comarca debido al declive de la industria lanar por la competencia de Cataluña. En Málaga, Martín estuvo trabajando como hombre de confianza de su hermano mayor, hombre brillante y emprendedor como pocos, y, como buen hermano pequeño, siempre se mantuvo en la sombra subordinado a la jerarquía familiar que acató toda su vida.

Martín fue un hombre modesto, religioso, caritativo y generoso en su esfuerzo, sin ser protagonista de nada. Descubrí o más bien imaginé, cuánto apoyo, trabajo y cariño puso en las empresas de su hermano y cuántas de ellas y sus éxitos pudieron ser fruto de su empeño y visión, dado que, una vez fallecido su hermano, siguió trabajando con y para la familia hasta que se desvincularon económicamente. Entonces desarrolló sus habilidades formando sus propias empresas e industrias y apareciendo en primera fila en la vida social y económica del increíble siglo XIX de Málaga.

Descubrí que el lema “Constantia et Labore” que aparece en el pergamino que Manuel Agustín tiene en su mano en su estatua, bien le definía a él.

Desentrañé también mi familia. Averigüé cuántos hijos y nietos tuvieron ambos hermanos y me enteré, a mis años, de quienes fueron y qué hicieron mis abuelos y, por ejemplo, qué relación tuvimos con el general Prim para que hubiese una copia de un cuadro famoso de él, en la entrada de casa de mis padres, que me hacía acelerar el paso cada vez que iba de la cocina al comedor y le veía mirándome desde las alturas de su caballo y con cara de dilucidar si yo era moro y tenía que arrearme un sablazo o cristiano y dejarme en paz.

Éste es el relato de su vida. Es el fruto de las investigaciones que he ido realizando a ratos libres y no tan libres, durante varios años en Archivos, Iglesias, documentos y archivos familiares, libros, periódicos de la época y recientes, internet y todo lo que he encontrado sobre Málaga en el XIX. Es un relato unas veces generalista y otras detallado de su vida y su intervención, en la vida de Málaga y en todos los acontecimientos en el mencionado siglo. No pretende ser un estudio sociológico, ni industrial, ni económico de la misma, sino sólo un intento de puesta en valor para la familia de ese gran desconocido, pero no por ello menos grande, que es nuestro tatarabuelo (de nuestra 4ª generación).

Para este relato han resultado esenciales, y no quiero dejar de resaltarlas, las aportaciones familiares de mis hermanas Carmen, Guillermina, Sofía y Patricia, y de mis tías Conchita Heredia Bouza y Conchita Heredia de Seriere. Todas han puesto a mi disposición cuantos documentos, libros, agendas, cartas y fotografías tienen de la familia. Igualmente valioso ha sido el álbum fotográfico de los Heredia, mantenido por otra rama de la familia, que me ayudó sobremanera al poder poner caras a los nombres.

Mi agradecimiento a Ángel Galán, Catedrático de Historia Medieval en la Universidad de Málaga, por su dirección, revisiones del texto y consejos de la mejor manera de presentar una biografía como ésta.

A Carmen Martínez Castro, trabajadora del Jardín Botánico de La Concepción de Málaga, junto con Blanca Lasso de la Vega, por descifrarme el álbum fotográfico de La Concepción y todos los Heredia y por ser la única persona que, sin tener relación alguna con nuestra familia, he encontrado que sabía muchos más detalles de Martín y sus hijos que los que podamos conocer más de uno de nosotros, y que apreció como nadie que le diese nuestro árbol genealógico.

Y a María Eugenia Ortiz España (Makenia), descendiente de Juan Heredia Livermore, hijo primogénito de Martín, por sus diversas aportaciones provenientes de la ímproba labor que realiza en su página web de genealogía y por su aportación del único retrato existente de Martín Heredia Escolar, portada de este libro.

Por último mi agradecimiento a todas las archiveras a las que he dado la lata y en especial a Trinidad García-Herrera Pérez-Bryan (descendiente de Miguel Bryan y Ana Livermore) ex-archivera del Archivo Narciso Díaz de Escovar en Málaga por su colaboración y ayuda, tanto en el propio Archivo como a distancia.

A todos y todas: ¡GRACIAS!